Le he estado dando vueltas al modo en el que comenzar éste post. Pensé en la tan utilizada pregunta retórica que ya nos han planteado miles de veces: ¿no hay sabores que os devuelven a la infancia? Quise huir de ese comienzo, pero he descubierto que, honradamente, eso es, exactamente, lo que me ocurre a mí con este pastel.
Así que comienzo: Pensad en vuestra infancia, ¿qué olores o sabores la impregnan? Yo os diré que mi casa olía a café. Mis padres que, como muchos de su edad, habían sido emigrantes, habían traído de Brasil la costumbre de tomar café fresco a todas horas. Así que mi casa olía a café a todas horas.
Bueno, pues uno de los sabores era precisamente este pastel: hojaldre, cabello de ángel y piñones. En mi barrio había un enorme despacho de pan (posiblemente hoy no lo viera tan grande, pero pensad que yo era pequeña y desde esa perspectiva todo era grande). Mi hermana y yo acompañábamos a mi madre a comprar el pan con la esperanza secreta (bueno, imagino que para mi madre no era tan secreta) de que no permitiese elegir algún pastel. Así mientras mi madre hablaba con Chelo (creo recordar que así se llamaba la chica que atendía el despacho). Había bollería industrial, pero también de la que elaboraban ellos. Entre esa bollería había porciones de éste pastel. Mi favorito.
Hace poco, en esas jugadas curiosas de mi mente, recordé ese sabor que nunca más encontré. Y pensé: porque no. Yo ahora puedo hacerlo y recrear ese sabor que para mí era tan especial. ¿Seguirá gustándome como antes? Y dicho y hecho. Y, síííííí, me sigue gustando.
Ahora, los sábados forma parte de la oferta en mi local. Espero que, igualmente, a aquellos que lo probéis os guste tanto como a mí.
![]()
Así que comienzo: Pensad en vuestra infancia, ¿qué olores o sabores la impregnan? Yo os diré que mi casa olía a café. Mis padres que, como muchos de su edad, habían sido emigrantes, habían traído de Brasil la costumbre de tomar café fresco a todas horas. Así que mi casa olía a café a todas horas.
Bueno, pues uno de los sabores era precisamente este pastel: hojaldre, cabello de ángel y piñones. En mi barrio había un enorme despacho de pan (posiblemente hoy no lo viera tan grande, pero pensad que yo era pequeña y desde esa perspectiva todo era grande). Mi hermana y yo acompañábamos a mi madre a comprar el pan con la esperanza secreta (bueno, imagino que para mi madre no era tan secreta) de que no permitiese elegir algún pastel. Así mientras mi madre hablaba con Chelo (creo recordar que así se llamaba la chica que atendía el despacho). Había bollería industrial, pero también de la que elaboraban ellos. Entre esa bollería había porciones de éste pastel. Mi favorito.
Hace poco, en esas jugadas curiosas de mi mente, recordé ese sabor que nunca más encontré. Y pensé: porque no. Yo ahora puedo hacerlo y recrear ese sabor que para mí era tan especial. ¿Seguirá gustándome como antes? Y dicho y hecho. Y, síííííí, me sigue gustando.
Ahora, los sábados forma parte de la oferta en mi local. Espero que, igualmente, a aquellos que lo probéis os guste tanto como a mí.
